Son muchas las personas que reconocen que aplicar el feng shui a su vida cotidiana les resulta positivo y beneficioso por el equilibrio que conlleva en el flujo de la energía, pero esta disciplina oriental es considerada hasta la fecha como una pseudociencia, porque dichos beneficios no poseen base científica ni demostración empírica.
La técnica del feng shui es fundamental, sin embargo, para quienes creen que el correcto flujo de la energía vital influye directamente en la salud y bienestar de las personas. En este sentido, opinan que no sólo nuestras acciones y pensamientos influyen en nosotros, sino que también lo hacen el espacio que nos rodea y los objetos que en él se encuentran.
Y esto se debe a que en cada lugar u objeto nosotros proyectamos, por ejemplo, experiencias vividas o recuerdos, es decir, le damos un significado personal. Y esa influencia es recíproca porque nosotros influimos en él y él lo hace en nosotros. Por tanto, sus defensores afirman que a través de la correcta práctica del feng sui podemos mejorar nuestra vitalidad, nuestro estado de ánimo y nuestras relaciones con las personas con quienes convivimos o, incluso, solucionar cuestiones tales como problemas para dormir o el estrés .
El feng shui es una antigua técnica china que busca el equilibrio de la energía vital de la persona, a través de la distribución, la decoración y la orientación de los espacios en los que se desarrollan sus actividades cotidianas, ya sea su hogar, su zona de trabajo, o los lugares en los que disfruta de su tiempo de ocio.
El feng shui –traducido literalmente del chino como viento y agua– era en su origen una técnica que se dedicaba al estudio de los cambios que se producían en el clima, los astros y la naturaleza y cómo estos afectaban a la energía vital del chi de las personas.
A partir de la época de la China imperial, el feng shui pasó a ser de uso exclusivo para las clases altas de la sociedad, que aplicaban sus principios en la construcción de los palacios e incluso a la hora de edificar sus propias tumbas, ya que existía la creencia de que la disposición de éstas podía influir en la buena o mala fortuna que tuvieran los descendientes del difunto.
Una vez que comenzó la república, esta práctica fue prohibida, de ahí que se haya desarrollado mucho más en otras zonas de oriente y del resto del mundo antes que en la propia China.